Buen Domingo

Plutarco Andrés Calles Obrador

  • Por lujardo
Plutarco Andrés
Calles Obrador

 

Por Ricardo Luján

 

Cuando Calles despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí…aunque ahora mostraba un color guinda sucio y no el verde, blanco y rojo de sus ancestros.

Sirva la paráfrasis del breve cuento de Monterroso para describir la evolución del partido creado por “el jefe máximo de la Revolución”, el PNR, padre del PRM, abuelo del PRI y bisabuelo de Morena, partido inventado un siglo después por López Obrador, “jefe máximo de la transformación”.

Más que cuarta transformación es la cuarta generación de una familia mafiosa que ha controlado el poder en México durante un siglo, salvo doce años de efímera alternancia democrática.  

Muchas semejanzas, paralelismos o coincidencias existen entre Amlo y Francisco Plutarco Elías Campuzano, nombre verdadero de Calles, empezando por las ansias de establecer un maximato para perpetuarse en el poder y la utilización de marionetas para lograrlo.

Concluido su periodo constitucional en 1928, el sonorense colocó sucesivamente a tres presidentes durante los siguientes siete años, tiempo que se conoce como el “pelelismo”. 

Casi un siglo después, López Obrador designó sin mayor empacho a su sucesora, a todas luces una marioneta, y como tal la exhibe, controlándola por sistema y colocando a incondicionales (suyos, no de ella) a la cabeza de las cámaras legislativas y en puestos clave del gabinete, para mantener a raya cualquier intención de Claudia de salirse del huacal, o indicio de traición, para evitar lo que ocurrió a Calles cuando Lázaro Cárdenas lo exilió a California, destruyendo su imperio, todo bajo la sombra de la embajada norteamericana.

Para remachar, su hijo Andy, operador del Clan de pránganas saqueadores, será mandamás de Morena, partido de Estado que a la sazón consolidará sus negocios turbios con el crimen organizado, más organizado que nunca.

Surge aquí otra peculiaridad en común: Plutarco inauguró el fraude electoral contra José Vasconcelos para colocar a su títere Portes Gil, en tanto que Andrés Manuel lo resucitaría descaradamente y con total impunidad, organizando una elección de estado para designar a su sucesora aprovechando la cómplice tibieza de los partidos de oposición y la eliminación de órganos electorales autónomos.

Ninguno de los dos mostró intenciones de reelegirse, sino que establecieron las bases para en el futuro detentar el poder detrás del trono.

 Aprovecharon para sus fines la prevalencia de un país fragmentado en lo político y altamente polarizado en lo social.

Calles designó a sus amigos para establecer cacicazgos regionales, lo mismo hizo el tabasqueño con gobernadores incondicionales como Rocha Moya en Sinaloa, Ricardo Gallardo en San Luis Potosí y Salgado Macedonio en Guerrero, por citar algunos, que tienen contacto directo con los capos de la droga.

Ambos presidentes construyeron su gobierno cargando más de un millón de muertos. Aquél con los que dejaron la "revolufia” y los cristeros, y éste con las víctimas del Covid y del crimen organizado.

Otro parecido es que uno y otro juraron retirarse definitivamente de la vida pública, evidentemente sin cumplir su palabra. Porque mentir es otra característica de ellos. No se diga traicionar, recuérdese el asesinato de Álvaro Obregón cuando intentó reelegirse, triste final para el mentor de Calles y quien lo hiciera general. Muerto el perro, asumió el chacal… y empezó la rabia.

Los dos, López y Elías, promovieron la lucha de clases mediante reformas educativas con alta dosis de adoctrinamiento y singular retórica, lo que el sonorense llamó ‘periodo revolucionario psicológico’:  “Debemos apoderarnos de las conciencias de la niñez y de la juventud porque ellos son y deben pertenecer a la Revolución…No podemos entregar el porvenir de la Patria y el porvenir de la Revolución a las manos enemigas”, arengó en el discurso conocido como el ‘grito de Guadalajara’, pronunciado en 1934.

“Es absolutamente necesario sacar al enemigo de esa trinchera donde está la clerecía, donde están los conservadores; me refiero a la escuela. Sería una torpeza muy grave, sería delictuoso para los hombres de la Revolución, que no arrancáramos a la juventud de las garras de la clerecía y de las garras de los conservadores; y desgraciadamente la escuela en muchos estados de la república y en la misma capital, está dirigida por elementos clericales y reaccionarios…” 

Al siguiente día de este incendiario discurso el bloque oficialista en el Congreso cambiaría el artículo tercero constitucional para establecer una educación socialista, situación que recrudecería  la llamada Guerra Cristera. 

Sin duda ambos veían en la educación pública la oportunidad, no de superación del pueblo, sino de aleccionamiento y enajenación de las masas.

La tendencia socializante de Calles preocupaba al gobierno de Estados Unidos, similar escozor le provoca hoy Amlo con su reforma judicial de intenciones populistas y dictatoriales, por sus repercusiones económicas y los riesgos que entraña para el poderoso vecino del norte.

 En lo que en nada se parecen es que Calles sí estudió, fue maestro rural, le entró a los plomazos de la Revolución y no anduvo con mamadas como “abrazos no balazos”.

Otra diferencia es que aquél creó instituciones y éste la mandó al diablo para quedarse con el presupuesto.

Mucho tuvo que ver Tío Sam en la postura de Lázaro Cárdenas para mandar al exilio a Calles.

Ahora esperamos que Estados Unidos le entre al quite…

Dios me oiga.