Mi Pódium

Hágase justicia

  • Por Editor R
Hágase justicia

Por Osbaldo Salvador Ang.- El viernes concluyó la etapa de Desahogo de Pruebas en la Audiencia de Juicio Oral del Expedienté 285/2020 en el caso de Los Leprosos. 

El Juez Federal Roberto Alcoverde Martínez fijó como fecha el seis de febrero como el día en que se presentarán los alegatos finales.

Enseguida, dirá cuándo dará lectura a la Sentencia.

El caso de Las Lacras de la colonia Dale ha resultado ser emblemático en un estado caracterizado por la violencia sistémica contra el periodismo y la libertad de expresión.

Muchos periodistas han sido asesinados impunemente aquí sin que los crímenes hayan sido castigados y ni siquiera aclarados por las autoridades en turno.

Baste recordar la forma en que murieron compañeros como Enrique Perea Quintanilla, Adrián Rodríguez, El Choco Armando Rodríguez, Miroslava Beach Velducea y otros tantos más.

Jamás hubo una verdad oficial sobre estos asesinatos y nos tuvimos que conformar con acercarnos a los hechos, las circunstancias y los móviles, a través de mitos, leyendas, rumores y chismes.

Tendieron cortinas de humo, propagaron información sobre vínculos con el narcotráfico o refirieron conductas anómalas de tipo personal para embarrar de lodo los expedientes y enterrar los casos en el cajón del olvido que suele utilizar la memoria colectiva.

Tal vez el asesinato de Miroslava Beach Velducea haya sido , por la resonancia nacional, el que se haya acercado un poco, aunque a medias, a la justicia.

Pero el que pudo salvar la honra del periodismo, el imbécil que llegó a auto proclamarse como reportero, el enfermo que en ese momento tuvo todo el poder para hacerlo todo, el que tenía ligas sentimentales con la periodista, fue precisamente el que ensució el expediente.

Fue Javier Corral, Gobernador en ese momento, el que se empeñó en tapar la autoría intelectual del crimen, el aferrado a ocultar el nombre del jefe del clan y el que llegó a aprobar al menos un asesinato para intentar culpar, fallidamente, a El 80 del homicidio, con el fin de proteger a su patrocinador de campañas enclavado en la sierra colindante con Sonora. 

Por su torpeza y su prepotencia, para vergüenza del gremio periodístico, de la política y de los gobiernos chihuahuenses, fue plenamente descubierto.

Fue el mismo Corral el que apoyó a Carlos Marcelino y la familia Borruel en el amago con un arma de fuego y una amenaza de muerte contra mi persona. 

Por eso dije al principio que se trata éste de un caso emblemático.

Porque el periodista está vivo.

No hay mitos ni leyendas alrededor de este caso ni cortinas de humo que puedan ocultar la verdad de los hechos. 

Por el contrario, se encuentra el vigoroso testimonio de quien fue apuntado al pecho con un arma de fuego . Cierto, por un idiota acompañado de otros iguales, pero cabe recordar que son precisamente éstos los que cometen las atrocidades.

Carlos Marcelino trató de vengar a su hijo Carlos por la nota publicada en La Opción de Chihuahua en que su hijo Carlos Jr fue involucrado en la denuncia de una jovencita que a la postre resultó ser su prima y que le acusó de un intento de violación.

Muy vivo, el entonces Director de Coesvi, asociado a la narco política desde hace largo rato, cuando fue Presidente Municipal de Chihuahua, aprovechó la coyuntura para pactar con Corral la celada.

Corral estaba en ese momento socavado por la publicación de la información sobre su ineficaz y virulento gobierno: sus borracheras en Palacio, sus comilonas en restaurantes de Polanco, la relación con amantes en el Congreso, su ambivalente inclinación a la homosexualidad, sus vínculos con dos carteles del narcotráfico de la sierra y la imperante corrupción en su gobierno -casos de Ismael Rodríguez, Miguel Riggs, Antonio Pinedo, Eduardo Fernández, Arturo Fuentes Vélez- así como el uso de la red de aviones oficiales en viajes al centro del país en busca de su enfebrecido y loco sueño de ser candidato a la Presidencia de la República.

Carlos Marcelino, a la par, quería ser candidato a Gobernador por el PAN y pensaba que Corral diría quién sería y que si estaba bien con él sacudiéndole al periodista incómodo, ganaría la nominación.

Así que se aventó el tiro.

Manipuló a su propia familia, su esposa y su hija, además de su torpe yerno, para cometer a manera de condominio funcional -término jurídico de la materia penal para señalar que actuaron juntos y que todos son responsables de la conducta delictuosa- para llevar a cabo su siniestro plan.

Cobarde como es -se lo dije en plena audiencia apenas el viernes pasado- los embarró y echó por delante mientras él se escondía detrás de las faldas de Leticia.

Y escogió al estulto David para ser el portador del arma de fuego.

Pensaron que por medio del miedo y la intimidación, tal vez por el momento la soltura de una bala, acallarían las críticas periodísticas.

Pero no fue así.

Ahora bien, el tinterillo que contrataron como Abogado resultó igual o peor.

Aturdido por el alcohol y las drogas, igualmente manipulado por Carlos Marcelino, que le decía en las audiencias qué hacer, diseñó una estrategia jurídica para el arrastre.

En toda la etapa previa al Juicio Oral, trató de obtener la Suspensión Condicionada del Proceso, una charada jurídica que debería ser eliminada de la ley, porque se ha convertido en un derecho del imputado y en un castigo para la víctima.

Es la figura ésa que hace unos días apenas facilitó la huída de El Garduñas de Ciudad Juárez y que borró su responsabilidad como titular del Instituto Nacional  de Migración por el caso de los migrantes muerto en la cárcel institucional.

Pero Hugo Acosta, carente de talento, de estudio efectivo del derecho y acostumbrado a litigar por medio de influenzas, después de sobornar fiscales y arrastrarse a los pies de los jugadores, fracasó en su intento.

Perdió todas las etapas y en la Intermedia trató desesperadamente de reparar integralmente el daño a la víctima con la estupidez de mandar a los Borruel a pintar bancas de un parque.

Durante la Audiencia de Juicio Oral no pudo acreditar su Teoría del Caso, consistente en negar que sus delincuenciales defensas hubieran estado ahí en el lugar de los hechos.

En las Facultades de Derecho enseñan que el peor de los asesinos tiene derecho a una Defensa Jurídica pero exclusivamente para vigilar la estricta aplicación de la ley y no para tratar de declarar inocente a una lacra.

Pero el Tinterillo se atrevió a negar la realidad y ofreció como Testigo -única prueba aportada por la Defensa- a una sirvienta que, aleccionada por él e intimidada por Los Borruel, diría que los cuatro imputados estuvieron el 05 de mayo de 2020 alrededor de las 20:45 horas, en una casa muy lejos del Fraccionamiento Cimarrón, en donde amenazaron con matar al periodista que escribe esto.

Al iniciar la Audiencia de Juicio Oral, el Juez Alcoverde revisó el listado de probanzas a desahogar -obviamente le llamó la atención el ofrecimiento de la prueba- y le preguntó al Abogado de Los Borruel que si tenía lista y preparada a la testigo.

Con la arrogancia que obsequia la torpeza, respondió que estaba listísima y que la presentaría el día y hora en que Su Señoría -así se dirigió al Juez- así señalara.

-A ver si es cierto -acotó el Juez.

Pero, misteriosamente, la sirvienta no apareció en el Juicio.

Se dice que se negó a comparecer para mentir.

Esto despertó la ira de Carlos Marcelino y su pandilla pero nada pudieron hacer.

Así que Hugo Acosta no tuvo más remedio que desistirse de la prueba y, finalmente, en la Audiencia del viernes pasado, terminó por desistirse de todas y dejar la carga de la prueba al Ministerio Público.

La incongruencia marcó a la defensa.

Por otro lado, es realmente apabullante la cadena de pruebas que logró desahogar y articular la Fiscalía de la Feadle en el Juicio.

Obviamente, éstas serán sujetas de la valoración adminiculada del Juez, pero bien pueden señalarse los videos de la entrada del Fraccionamiento, grabados por las cámaras de la Caseta de acceso.

En estos videos fue captado el momento en que entró David Ortega en su vehículo al fraccionamiento 4 minutos antes que la víctima y se metió a la cochera de su casa. Esto ocurrió a las 20:36 horas.

A las 20:40 entró la camioneta Rav del periodista y cuatro minutos después -a las 20:44- el auto de color blanco en que se trasladaban Carlos Marcelino y Leticia.

Esto no solo prueba su presencia en el sitio donde amenazaron al periodista sino también la acción concertada que planearon el funesto día de ejecución de los hechos.

No hay precedentes similares en la historia reciente del estado de Chihuahua. 

(Hágase justicia aunque se caiga el cielo)