Mi Pódium

Emborracharme

  • Por Osbaldo
Emborracharme

Me gustaría emborracharme con José Alfredo Jiménez hasta el amanecer. 

Estar sentados a la mesa, con media botella de tequila -o de whisky- en la panza y jugar a las vencidas.

Para ver cuál tiene más alma de acero. 

Y ya medio beodos, decirle que las penas no pueden esconderse debajo de un reboso blanco pero sí en una botella entera.

Ya más entrados en gastos, discutir de filosofía y, preguntarle, acá a la sorda, dónde puedo hallar ese lugar donde nadie nos juzgue, nadie diga que se hace mal, donde no haya justicia ni leyes, qué bárbaro, ese si que, o es el paraíso, o es el infierno.

Con la botella vacía y la copa del estribo en la mano, decirle a José Alfredo que yo vengo de un mundo más raro que el suyo, pues aparte de no saber del dolor, de triunfar en el amor y de nunca haber llorado, en el mío se debe aprender a tragar sapos y caminar medio muerto. 

Antes de despedirnos, ya afuera de la cantina, me gustaría cantarle un tiro y darnos de madrazos hasta que uno se caiga con la nariz sangrando.

Si yo le ganara, se la perdonaría por la frase, ésa: Te dejo que me abandones, que para mí es la mejor de todo su repertorio, al menos del que he escuchado.

Luego, cantaríamos a dúo la canción Por qué Volviste a Mi, y cada quien se iría dando tumbos para su rancho, como luego se dice, hasta las manitas.

El problema es que José Alfredo está allá en su mundo y yo sigo en el mío; y, la verdad de las cosas, todavía no lo quiero alcanzar.

Así que, más fácil sería que se regresara un rato.

Con este texto ya me siento poeta, como Alfredo El Espinoso, que es cuentista, novelista, poeta y, en últimas fechas pintor y hasta periodista, sin dejar su profesión -qué bueno que no vive de eso, porque, si no, qué difícil sería, andaría como Charles Bukowsky o Henry Miller- de andar tentaleando la mente de los demás.

Y lo digo desde aquí, porque éste es mi pódium.