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Es un apostolado el magisterio dice maestra indigenista

Chihuahua.- La maestra Olga Burciaga Mares, de 72 años, fue reconocida hoy por su labor de enseñanza. Entregó su vida a la educación indígena en el poblado de Gonogochi, cerca de Arareco, Bocoyna...
  • Por César Lozano

Chihuahua.- La maestra Olga Burciaga Mares, de 72 años, fue reconocida hoy por su labor de enseñanza. Entregó su vida a la educación indígena en el poblado de Gonogochi, cerca de Arareco, Bocoyna y su mayor satisfacción, dijo es haber contribuido a la educación de cientos de muchachos y muchachas indígenas, muchos de ellos hoy profesionales.

De manera formal en la educación, en Servicios Educativos del Estado de Chihuahua (SEECH), inició en 1989 sin embargo desde 1983 ya colaboraba en la escuela albergue de la comunidad de Gonogochi, que dirigía el sacerdote jesuita Luis Guillermo Verplancken.

Originaria de Torreón de Cañas, en el norte de Durango, sintió el llamado vocativo de la docencia, de la formación de personas a través de la educación. Afirma que su glorioso destino siempre se encontró en la educación y afirma que si volviera a nacer, sería de nuevo maestra de educación indígena, su más grande logro.

Mujer de bonita sencillez y profunda reflexión, con fresco atuendo de matices indigenistas, afirma que de la limpia mente del niño y de la dedicación del maestro nace el puente para transmitir los conocimientos de la humanidad y recuerda como uno de los momentos claves de su carrera la época del levantamiento zapatista, cuando derivado de las demandas de los rebeldes chapanecos, se declaró obligatoria la educación de las personas de las etnias en sus lenguas natales, tanto en aulas como en libros y materiales de apoyo.  

Alguna vez la educación se encontraba bajo el control tutelar de la Iglesia, recuerda, pero Lázaro Cárdenas la incluyó entre las labores del Estado. En la actualidad algunos de los alumnos son profesionistas que trabajan en la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, en el ministerio público y hace mención especial de varias alumnas tepehuanas con maestría en derechos humanos.

“Para los maestros de antes era un apostolado y para muchos de ahora es una realización profesional, o asea que para aquellos era una entrega amorosa, como decía Gabriela Mistral, el maestro es llamarada viva  en los alumnos y no tiene más que sus manos, y con ellas debe crear seres vivos. Un buen maestro debe meter en su tesoro cosas nuevas y cosas viejas”, comenta con una sonrisa.

A los maestros actuales les llamó a disfrutar su carrera, a que se entreguen y les cambien la vida a sus alumnos a través de la transmisión de sus conocimientos.

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