Opinión

Caso Christopher

  • Por José Oswaldo
Caso Christopher

Masa crítica

Por Héctor Arriaga Guirado

Entrevistado por la periodista Adela Micha sobre el devastador caso del asesinato del niño Christopher, el fiscal general del estado, Jorge González Nicolás fue contundente: “no hay más que investigar, se trató de un juego en el que (a los asesinos) se les pasó la mano”.

Así de simple, y por el bien de todos dejemos de especular.

Olvidémonos de horrorizarnos, de preguntarnos el porqué y de llorar por la barbarie que el ser humano, aún en etapas tempranas como la infancia y adolescencia, puede llegar a desplegar en contra de otro.

Era un simple juego, brusco, tosco, sanguinario, pero juego.

No pensemos en las motivaciones que tuvieron los que dispusieron de su vida ni en la soledad de Christopher el niño mártir, cuyo cuerpo inerte, desnutrido, martirizado, sucio y pobremente vestido fue abandonado en un hueco miserable a un lado de un arroyo miserable en las inmediaciones de una colonia miserable.

Se trató de un juego en el que los asesinos, en su inocencia infantil, solo cometieron un error; se les fue de las manos pero habrá que comprender, estaban jugando.

Que los que actuaron en su contra eran cinco carece de importancia porque como menores solo jugaban, aunque el juego consistiera en lastimar, y tampoco el hecho de que las fuerzas en juego fueran desproporcionadas, 5 vs 1, debe de importarnos, el juego terminó, aunque en tragedia.

Para la Fiscalía General también terminó, porque para su titular no hay nada más que investigar.

Tampoco profundicemos en que tres de sus asesinos eran familiares del pequeño Christopher, no tiene caso porque ahora sabemos, nos lo dijo el fiscal, que como primos estaban jugando y que el juguete Christopher terminó quebrado y roto, y ningún remiendo lo podrá reparar.

No queda nada más para investigar.

Los chihuahuenses podemos estar tranquilos, nuestros niños, nuestros adolescentes, aquellos en los que tenemos fincada nuestra esperanza, siguen jugando, aunque en el juego, a veces, sin intención, cándidamente, se les pasa la mano.

Para la máxima autoridad territorial en materia de investigación, prevención y persecución del delito, se trató simplemente de un juego excedido, un juego brusco sin mayor trascendencia que la de tener como consecuencia que de 6 que lo jugaron, solo cinco regresaron vivos.

No nos permitamos buscar respuestas al porqué de que nuestra sociedad esté enferma, y que la enfermedad tiene que ver con pobreza, desempleo, marginación, violencia, falta de valores y desesperanza, no lo hagamos, todo ello es solo parte del juego.

Que nuestras colonias en la periferia están sucias y abandonadas, que los magnates de la construcción crean fraccionamientos insalubres y faltos de servicio pero que son certificadas por la autoridad pese a sus fallas y carencias, y que la policía de todos los niveles está en todos lados menos ahí, también dejémoslo de lado porque ya nos explicaron de que se trata.

Para el fiscal no hubo intención primaria de matar, ni estuvieron presentes la brutalidad y el sadismo ni existió premeditación, era un juego.

Christopher no fue extraído de su entorno en forma maliciosa por personas en las que confiaba, ni fue llevado con engaños a un solar yerno donde quedó absolutamente a merced de quienes lo engañaron.

Christopher, que no había alcanzado más que el metro de estatura, no entendió las reglas del juego que consistía en que iba a ser apedreado, maniatado, sometido a torturas y asfixiado hasta la muerte, no tenía edad para comprenderlo.

 “Es el tema de que jugando se les pasó la mano y para cubrir esta situación decidieron hacer esto (matar al infante) y que verdaderamente pareciera que se lo llevaron”.

Eso fue lo que dijo el fiscal y nosotros debemos de creerle, porque su postura tiene como sustento el dicho de los propios menores acusados y no se basa en la investigación que realizan peritos de la dependencia que dirige ni las circunstancias ni los hechos que han trascendido a la opinión pública, González Nicolás les toma la palabra y la da por buena, y así se lo hace saber a la sociedad porque en este caso la autoridad que representa también juega sus juegos.