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Omar García Harfuch, beneficiario del Reclusorio Oriente: custodios

  • Por Editora GV

Ciudad de México.- El Reclusorio Oriente de la Ciudad de México es desde hace muchos años conocido como el centro penitenciario más abundantemente sobrepoblado y con el mayor grado de corrupción e impunidad en el país. También como uno de los más violentos y letales para su población que consta de unos 8,500 reclusos, entre quienes se encuentra -desde hace año y medio-  quien esto escribe (Héctor Valdez), periodista de hace más de 40 años de oficio, encarcelado por un delito fabricado desde el poder.

Desde el Reclusorio Oriente de la ciudad denominada con slogans publicitarios como “ciudad vanguardista” y “de derechos humanos”, centenares de cabecillas delincuenciales locales y algunos pocos altos mandos del crimen organizado nacional dirigen las actividades de sus núcleos en el exterior. Organizar, ordenar, y dirigir la operación de todo tipo de actividades criminales desde el Reclusorio Oriente no supone ninguna dificultad. Pues para ello se cuenta no sólo con la omisión de las autoridades penitenciarias, sino incluso con la colaboración -y según demasiadas voces de los propios elementos de seguridad penitenciaria- que en realidad la dirección de todas las irregularidades es compartida por el propio secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch.

La afirmación anterior podría parecer a algunos mucho más que temeraria, disparatada, e incluso injuriante, pero bastaría ver la cantidad de dinero en efectivo que corre desde la población interna a engrosar semanalmente los caudales que manejan los mandos medios y altos; y que nos han dejado saber muchos custodios rasos e incluso algunos jefes, tienen como destino final la persona del secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, Omar García Harfuch.

Es ampliamente conocido que uno de los mayores vicios del sistema penitenciario es la extorsión y la micro-extorsión que perpetran las autoridades. Pero también el cobro inmoral e inhumano por casi cualquier tipo de actividad de los presos a los que rimbombante y eufemísticamente se nos denomina “PPL”, personas privadas de libertad.

Sobrevivir en la cárcel es mucho más oneroso; mucho más caro que vivir en cualquier sitio, y aunque la pérdida de la libertad y la reclusión debe ser un modo de reencauzar modos de vida y reinsertarse en el futuro en la sociedad, la realidad es que un reclusorio como el preventivo varonil oriente es una escuela infalible de las peores realidades y vicios; y los mejores maestros y ejemplo de la propia delincuencia son las mismas autoridades.

En la cárcel dar un paso cuesta un peso, me dijeron en los primeros días de mi reclusión varios compañeros reclusos. En esos mismos días, en los que un jefe de custodios me aconsejó -directamente a mi persona- que para sobrevivir habría tan sólo que respetar un mantra y repetirlo también permanentemente: ver, oír y callar. Se refería por supuesto prácticamente a todo lo que sucede en el interior del penal.

En el Reclusorio Oriente, en todos los centros penitenciarios de la ciudad, se cobra prácticamente por todo, por el pase de lista a diario -que además se da cuatro veces al día-, por “el candado” que significa poder salir por unas horas de una celda de seis metros cuadrados en las que en ocasiones pueden estar hacinados en condiciones inhumanas hasta 40 presos. O por estar solamente con 10 personas en el mismo espacio, que eso es un privilegio.

También por el concepto llamado “bala” que significa poder deambular después de las horas de cierre de las rejas; o por evitar la llamada “fajina”, una suerte de trabajo forzado que se acentúa atrozmente para mediante el temor o incluso el horror lograr el desembolso de miles de pesos a cada uno de los presos que deciden pagar y eso en tres etapas en que suelen pasarse durante un proceso.

Hay muchísimos cabos más de los que se benefician las autoridades y sus auxiliares internos, pero, en conjunto son varios millones de pesos cada semana para repartirse a discreción entre mandos bajos, altos, y muy altos. Los conceptos verdaderamente importantes que además son fácilmente controlables y recaudativos, que esos sí, van a la cabeza de todo el sistema son tres: a decir que el primero de estos aspectos que es el cobro de aparatos telefónicos, celulares “rentados”, a los internos que son alrededor de 4 mil aparatos. Eso sí, las mismas autoridades les deshabilitan las cámaras, seguramente para evitar que puedan grabar todas las irregularidades que aquí ocurren.

Además de estos teléfonos, el cobro de concesiones para una suerte de servicios financieros que permiten a los internos recibir o incluso enviar dinero hacia el exterior del penal, con una quita de entre el 15 y el 20 por ciento del total enviado o recibido; y por supuesto, parte de este 15 o 20 por ciento va directamente a quien otorga esa concesión que son las autoridades.

Por último, el otro gran concepto, que por cierto es el que más reditúa a las autoridades, es la venta de todo tipo de droga en el interior del reclusorio, a través desde las mafias que conviven sin rubor con las autoridades.

Estos tres conceptos representan el dinero sucio semanal, y completamente seguro, alrededor de diez millones de pesos ($ 526,315.00 dlls) que según todos los indicios y versiones van directo al manejo discrecional del actual secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch.

Según decenas de custodios, con los que hemos recogido testimonios desde hace más de año y medio, es decir, los mismos elementos a su cargo, en la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC CDMX), Omar García Harfuch se prepara él mismo para ser un candidato al gobierno de la Ciudad de México, porque pretende relevar del puesto a la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum Pardo, quienes alegan -los que han hablado con nosotros-, que también se beneficia -a sabiendas o no- de ese mismo caudal de dinero, con el que parece financiarse desde ahora un sinfín de actividades proselitistas.

La cifra de unos 40 millones de pesos mensuales en efectivo puede parecer enorme y mucho mayormente oprobiosa en el origen, pero es totalmente real y fiable esta información, tomando en cuenta que poseer o usar un teléfono celular para un interno, con la más absoluta tolerancia de las autoridades penitenciarias, cuesta cada semana, desde los 800 pesos para el uso personal. Esto es, sin poderlo prestar a otros reclusos; y hasta 1500 pesos por aparato que se use para “trabajar”; y trabajar no sólo significa poder rentar ese teléfono por horas a otros internos, sino también ejercer con él las actividades criminales como la extorsión, con la evidente complicidad de personas en el exterior, que van desde funcionarios de diversas instancias de gobierno hasta familiares y miembros de grupos delictivos.

Ello no implica a ningún custodio que a menudo atestiguan todo lo que sucede, o bien que se benefician de distintos modos, o prefieren en algunos casos, incluso, no estando de acuerdo, evitar problemas con los altos mandos y no llamarle la atención a nadie que tenga teléfono, porque saben que éstos operan ilegalmente, pero con el permiso de los altos mandos.

Sobre los miles de teléfonos son ampliamente conocidos que, incluso con programas en las televisoras nacionales han abordado y difundido, pero sin animarse a profundizar en el tema para darle seguimiento; es decir, se conoce en todos los medios de comunicación la existencia de miles de teléfonos, al menos en este penal, que operan sin problema. Pero los compañeros periodistas no se animan a profundizar ni a darle seguimiento, ni a preguntarse ¿quién se ve beneficiado de renta de esos teléfonos?

En promedio, semanalmente, cada uno de estos aproximadamente 4 mil teléfonos, significa una renta de mil pesos por aparato, unos 4 millones de pesos por este concepto. Además del otro concepto que es el pago de las mafias existentes, que quien escribe ya ha publicado con anterioridad. Y se presenta un estimado similar a las rentas por teléfono, se da a las autoridades en pago, por concesiones que rondan los 16 millones de pesos mensuales, la misma cantidad que los teléfonos por mantener el acceso a todo tipo de estupefacientes y sin el menor estorbo a un mercado de una población cautiva y muy demandante de estos productos de más de 8 mil personas.

También hacen negocios estas pequeñas mafias, además de la venta de drogas, como es el cobro de piso o tránsito para cualquier otro negocio digno y necesario para sobrevivir para muchos de los internos, como la venta de alimentos, incluso a los vendedores de dulces en los pasillos les cobran piso. Negocios de internos que, aunque no sean consumidores de estupefacientes, al final, terminan pagando a las mafias.

Finalmente, el otro rubro grande son los llamados depósitos, que son el servicio exclusivo de algunos grupos para recibir el dinero de familiares y amigos a través de cuentas bancarias que se depositan en los OXXO, o en algunas otras tiendas de autoservicio, y que el interno usa para sobrevivir. Para estos depósitos que recibe un interno, hay que pedirle a quien le envía el dinero que ponga el nombre del que lo va a recibir, el lugar y dormitorio donde está, y la cantidad a depositar; luego manda el número de teléfono a un WhatsApp para que ellos confirmen de que ya se hizo el envío.

Este negocio de depósitos representa para la autoridad unos 8 millones de pesos mensuales, tomando como promedio la recepción de mil pesos por interno; reciben mucho más algunos, pero por promedio serían unos mil pesos, y tomando en cuenta un 15 por ciento de quita. Aquí cabe aclarar que al menos una tercera parte de la población carcelaria no recibe ya desde hace años recursos del exterior. Tristemente, su abandono es descarnado; pero la gran mayoría requiere de unos mil pesos semanales para sobrevivir en esta selva de bestialidad y abusos en la que mandan las almas más oscuras, pero también los uniformes en este mismo tono.

Cuarenta millones de pesos mensuales en efectivo, producto de la más absoluta, atroz e impune corrupción perpetrada contra una población de reclusos con sus familias en las calles; muchos de ellos, de esos reclusos, tristemente felices de participar y beneficiarse.

Pero a quien se le roba, además del dinero, la posibilidad de reinserción en la sociedad, con un ejemplo que los principales delincuentes y los más impunes, son las autoridades, que según varios de sus elementos, están abocadas -con ese dinero sucio- a promover actividades proselitistas, en principio, del futuro político del actual secretario de la Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (SSC CDMX), y quién sabe si no financie también parte de ese caudal el ritmo electoral de la llamada 4T, movimiento que tiene por principios declarados: No mentir, No robar, No traicionar.

Sin embargo, cualquiera que haya pasado o visitado un reclusorio sabe de su corrupción interna, porque éste es un tema viejo, muy viejo, y que precisamente estos hechos permanezcan intocables hasta la actualidad es la muestra más plena de que los beneficiarios son los que permiten todo este monstruoso negocio que son las cárceles en México.

 

Tomado de Los Ángeles Press