Opinión

El rico Root Beer de Panchito Ditrich. Por Carlos Gallegos.

  • Por editoralf

Aún celebro que los jakeadores me hayan devuelto mi WathsUp. Qué friega me pusieron: 10 días de abstinencia, de ausencia de las redes, de desconecte,de andar fuera del ambiente cibernético, que para mí y seguramente para usted es una nueva cultura, un nuevo mundo, una costumbre y una necesidad que al interrumpirse lo hunde a uno en un desasosiego tal que se entiende lo que es la malilla, ese estado de ánimo y físico en que caen quienes son privados de una droga.

Lo anterior, independientemente de los mensajitos pidiendo dinero a nombre del jakeado.

Si usted cayó en la trampa, disculpas. Yo fui víctima, no el abusador, como me mandó decir un baboso al que de inmediato le apliqué la guillotina bloqueándolo de mi selecta lista de contactos.

Cuando me hacen enojar, soy más malo que el Tata Martino.

Pero bueno, la vida sigue y ya este Cronista está de vuelta con sus crónicas.

Para festejar tan singular acontecimiento, le ofrezco estas dos fotos del reciente 1947, o sea de apenas antes de antier.

Las conservaron sólo para sus ojos tapatíos los Zamora Fierro y los papás de Guillén Porras Mario.

Una de ellas fue tomada en la casa de Cipriano Vargas, tercer alcalde de Delicias, en cuyo patio estuvo la primera cancha basquetbolera de aquella naciente, polvienta, calientísima, heladísima población de tan fausto destino, ubicada en la esquina de calle 2a y avenida 1a Norte, donde después estuvo la Imprenta Cumbre, del papá de María Severa, Abel y Rosendo García Olivares, ella mi querida amiga, ellos uno médico y boticario, otro melódico y entonado filarmónico.

Los basquetbolistas que está viendo enseñando chamorro, muslo y conejo, esperan que empiece el juego para hacer gala de sus habilidades atléticas y luego tomarse la selfie de rigor, costumbre tan de moda hoy día y que, tengo entendido, se inventó aquí.

En la otra, con el poder de su imaginación, entramos a la graduación de este grupo de elegantes, guapas y recién bañadas y peinadas graduandas de la Academia Comercial Delicias, de la profesora Josefina de la Fuente de Ditrich, quien por desconocida razón de vistió de luto.

Fue la mamá de Fernando Ditrich, uno de los primeros clasificadores de algodón de Delicias y papá, entre otros muchos, de Jorge Segundo y Panchito Ditrich Salazar, el primero de ellos uno de los pocos chairos simpáticos del mundo, el segundo un  fiel observador de uno de los oficios clásicos de los delicienses originarios: cultiva la sabrosa costumbre de vender, casi regalar, el rico Root Beer de tan deleitoso sabor.

Pues ya sabe: si a mi nombre le piden que deposite lana, no haga aprecio: mejor déjemela en mi casa. No, mejor entréguemela en la mano. Más seguro más marrao.