Mi Pódium

El mediofóbico

  • Por Cynthia
El mediofóbico

Por Osbaldo Salvador Ang

 

Javier Corral resultó ser un político mediofóbico; el poder, ahora lo vemos, le convirtió en un alacrán con alas.

Dicen que dios no se las da, pero en ésta se equivocó; o, será, tal vez, que diosito nos puso la excepción, para confirmar la regla.

Por sus venas corre odio, sed de venganza por su pasado frustrado y un protagonismo sin límites.

Su incapacidad manifiesta, ahora se observa, le ha llevado a utilizar como política pública la repartición de culpas.

Culpas por aquí, culpas por allá, todos tienen la culpa, menos yo, dice este político hitleriano.

Alacrán con alas.

Política de odio: provocar la confrontación como pauta de acción; imponer, no convencer; mentir y manipular, eje central.

Todos, menos él, tienen la responsabilidad de cuanto ocurre, a pesar que sea, precisamente él, quien ahora encabece el poder ejecutivo del estado.

Corral usa el poder para golpear y denostar, difamar, calumniar, causar daño moral y cuanto esté a su alcance.

Nos aplica la que reclamaba.

De alma chilanga, nos salió rollero, llorón y mentiroso.

Como El Palomo, personaje de una canción de Juan Gabriel, el mandatario se la pasa a puro llorar y, eso ha empezado a molestar.

Los chihuahuenses no requerimos un gobernador que se queje, sino uno que solucione.

No gobierna el estado de California, -sépase- o Luxemburgo, o El Principado de Mónaco, ni Suiza.

Le eligieron en un estado jodido, en un país jodido, en donde abundan las necesidades y escasean los recursos.

¿No lo sabías, Corral?

Sus pifias.

Empezó con el pie izquierdo, a puro tropiezo y trastabilleo, con errores, equivocaciones y falta de dominio y control sobre el poder ejecutivo.

Primero decepcionó a la población al afirmar que se quedarían las fotomultas, que no era malo el sistema, al contrario, que era muy bueno.

Así lo dijo.

La mitad de los habitantes de la capital del estado, los más duros electores, los más difíciles y exigentes, se le echaron encima.

Antes, su secretario de Educación, el bien intencionado, nunca correctamente ponderado, ingenuo en política, Pablo Cuarón Galindo, le había dado una ayudadita.

El Paisa Corral dijo que no podría cumplir la promesa de hacer gratuita la educación en las universidades.

En campaña fustigó a Enrique Serrano, del PRI, por prometer no cobrar a los estudiantes que mantuvieran un promedio de ocho.

Gratis, para todos, dijo, el gran demagogo.

Cuarón explicó, como aquel Rubén Aguilar Valenzuela, que traducía los disparates de Fox: son promesas que se hacen con el corazón, no con la razón.

¿Qué le quiso decir Cuarón a Corral?

Lo que quiso decir, es impronunciable.

Luego siguió: cambió su frase de “meteré a la cárcel a Duarte”, por “llevaré a Duarte ante la justicia”.

Ya con el voto en la bolsa, pudo darle un giro a la frase, pero no logró evitar que el significado trascendiera a los gobernados.

¿Nos traicionó? se preguntaron.

Se paseó en el avión de los Elías Madero, defendió a  Lady Trump, Alejandra de la Vega, la republicana, cambió el cuadro de Villa por el de Abraham González, subió a escena a Greta y Galo -sus perros- se subió a un tobogán y se reunió con Patricio, Reyes, Marco y… nada más le faltó Memo Dowell.

En el tema del poder judicial, hizo más de lo que criticó a Duarte. Cambió al Presidente del TSJ -de golpe y porrazo- mediante un artículo transitorio; hizo ver quién tiene el poder en el estado, avasalló a los magistrados, avasalló a los diputados y pintó su raya.

Como corolario, depositó, con su sacrosanta mano, como titular del nuevo poder judicial, a un magistrado panista, amigo suyo, ex colaborador de Barrio, eso sí, con un mediano prestigio de jurista.

Eso sí es justicia.

Julio César Jiménez Castro, el ungido, dijo en su primera declaración, que no sería edecán ni alfombra.

En los primeros cuatro eventos del gobernador, acudió, presuroso, aunque fue colocado al extremo de la línea del poder.

No faltó a ninguno.

De inmediato, sus opositores, le bautizaron como El Tapete.

En materia de seguridad, otra pifia, enorme, que le hizo decrecer su figura e investidura.

Le dio tres días a El 80 para que se fuera de Namiquipa. Sin embargo, parafraseando la canción, a este personaje le dieron los tres, los cuatro, los cinco y los seis días, y no pasó nada.

Luego, contamos ya más de 300 muertes violentas, a partir del primero de octubre y no habla al respecto. 

Su estrategia -es buena, hay que reconocerlo- consiste en alejarse de los temas de seguridad y narcotráfico.

Cuidar su figura, su imagen, para no ensuciarse con la sangre de los ejecutados.

La más reciente.

Convirtió la cantera de palacio de gobierno en el muro de los lamentos.

Pidió recursos extraordinarios con la espada desenvainada. La respuesta corrió a cargo del periodista Pablo Hiriart, el cual dijo, simple y llanamente, que El Paisa no podía con el cargo.

Ya quería hasta botear.

Su mediofobia.

Me molesta que quiera ponerse a los medios como pañal para limpiarse.

Hay ahí, abundantes y asequibles reflectores, fáciles de obtener, fácil de vulnerar, pues, como tales, son entidades abstractas, sin recursos públicos ni poder real.

El buen juez por su casa empieza, dicen.

Empero, Corral, empezó por la del otro. Nada le costaba dar el ejemplo y publicar, primero, los gastos de octubre en medios.

Nada son cuatro o cinco millones.

Pero no quiso transparentar el gasto. Le ganó la víscera, el dolor del hígado, la rabia que hierve con los enemigos y el temblor de las manos cuando se tiene el poder.

Le ganó el ansia taurina. Corrió, vestido con traje de luces, a la capital del país, a presentar un bodrio incompleto, deforme y manipulado, muy a su estilo.

La gran mentira oficial. La gran mentira pública. La exhibición de los cuerpos inertes. Los bultos puestos de pie, sin ánima.

Gastos por Convenios. Gastos por Publicidad. Duplicó las cifras. Difamó, calumnió, mintió. Se derrumbó el gran espectáculo, la mediofobia, el primer estado que transparenta gastos en medios.

En lo particular, me agradaba que se hiciera público, saber quién es quién.

Pero, decepcionó el fracaso, la manipulación, el ataque al enemigo, la parcialidad y el animus revenge

Dijo que si un medio firmaba contrato por un peso y le pagaban 90 centavos, entonces, había recibido 1.90. Qué hilarante, desconcertante y preocupante.

¿O fue Pinedito? ¿No lo supo el gobernador?

Qué importa; el daño está hecho.

Además. Debió publicar todos los contratos y todas las facturas; y, ordenar las listas o por montos o por orden alfabético. 

Decenas de medios y personas físicas, no aparecen en el Informe Pin.

¿Y no supo que Karina Letayf pregonó ser su representante comercial para transmitir en radio y televisión el evento de rendición de protesta, cuatro de octubre?

Moche del 15 por ciento, o no hay publicidad oficial.

Pero, bueno. Esto es solo una ligera evaluación, apenas a mes y medio de su asunción.

Ya marca.

Tal vez por eso, Francisco Barrio, su progenitor político, antes de separarse, en una sorpresiva e inesperada retirada, le haya dicho: “aprenda a escuchar”.

Aprenderá?

Del cuatro de octubre a la fecha, los periodistas temen ejercer la crítica. Antes los callaban con contratos o se los quitaban. Ahora, los callan con la amenaza, simple y llana, proferida desde el púlpito del poder.

Se cierne sobre sus cabezas la exhibición pública de sus contratos, con la subrayada connotación de ser corruptos, o la publicación en los medios oficiales, face, Cambio 16 y espacios amigos, de ser enjuiciado y sentenciado como mal intencionado (ridícula expresión, subjetiva a más no poder) y, por tanto, condenado al ostracismo o, en su peor caso hasta perseguido.

Por ahorita, todos estamos con la cabeza agachada; de reojo, sin levantarla, vemos al siguiente que será acusado.

Conclusión. Dios sí les da alas a los alacranes; de vez en cuando, para confirmar la regla, por la vía de la excepción.

Pero, ya lo dijo Gardel: que veinte años no es nada. Ojalá, espero y, cinco, sigan la proporción.

Es inteligente, no cabe duda; pero, deberá ampliar visión, dominio del panorama y definición de proyecto.

Y lo digo desde aquí, porque éste es mi pódium.