Opinión

El neotomismo

  • Por José Oswaldo
El neotomismo

Alaizquierda

Por Francisco Rodríguez Pérez

En mi colaboración anterior analicé la política según Santo Tomás de Aquino. En ello se basan, por citar un ejemplo, la filosofía y el pensamiento político de Acción Nacional. Pero hay una vigencia, una extensión de tales posturas: el neotomismo. A esa corriente ideológica me referiré en esta ocasión.

Las veinticuatro tesis tomistas constituyen un suceso destacado y consecuente del complejo movimiento del neotomismo, iniciado al promediar el siglo XIX. Las tesis representan los esenciales puntos de doctrina de la filosofía de Tomás de Aquino.

El tomismo encierra la filosofía del espíritu humano, bajo el signo de Tomás de Aquino se inicia la restauración de la filosofía católica, así como los orígenes y el desenvolvimiento de la neoescolástica, en la línea de la filosofía perenne sustentada en los fecundos rendimientos de las doctrinas de Platón y Aristóteles (a su vez de Sócrates y presocráticos), enriquecida en la Edad Media con el patrimonio doctrinal del cristianismo y renovada una y otra vez por grandes pensadores modernos y actuales.   

El movimiento de la Ilustración (Locke, Hume, Rousseau) y el idealismo alemán (Kant, Fichte, Hegel) provocaron un impacto en la filosofía católica ya desde principios del siglo XIX. Muchos partidarios de esta filosofía buscaron la manera de conciliar lo viejo con los nuevo en diversas corrientes de pensamiento: el tradicionalismo, busca poner a salvo la verdad religiosa acudiendo a la revelación; el ontologismo enseña que la inteligencia puede captar a Dios, y conocer los seres particulares; el kantismo, se habla discute y admite en parte en las escuelas católicas. La fe ha de ser producto de una reflexión crítica sobre los motivos de la credulidad. Pero, sobre todo, se inició la búsqueda de renovación de la escolástica.

Con el retorno de Tomás de Aquino se inicia la restauración filosófica, conocida como neotomismo;  poderoso movimiento, piedra clave de la filosofía católica  en la actualidad.

De la Compañía de Jesús brotaron los ensayos iniciales de restauración o renacimiento tomista que durante el siglo XIX pasará por un proceso de reelaboración y afinamiento del mismo: el tomismo nuevo. Los Dominicos, Orden de Santo Tomás, resultaron de gran relieve en la restauración debido a sus puntuales luchas contra las filosofías modernas, mediante una vuelta a los clásicos del pensamiento medieval cristiano. Se renueva y rehace lo viejo, asimilando las doctrinas de la filosofía griega, con la filosofía y la ciencia modernas.

Los Papas contribuyeron decididamente en este proceso: Pío IX contra las desviaciones del pensamiento frente a las influencias modernas; León XIII, con la restauración eficaz; Pío X, con el enlace teológico e histórico, Benedicto XV, con las bases jurídicas para el neotomismo; y Pío XI, con el fortalecimiento de la filosofía católica.

En la Encíclica Aeternispatris, León XIII señala que una de las causas de los males que afligen a la humanidad, quizá la fundamental, es la falsa filosofía, pues viene a subvertir los valores todos de una cristiana concepción del mundo y de la vida. Pretende recuperar terreno perdido en cuanto a necesidades y urgencias de su tiempo. Las doctrinas de los filósofos antiguos constituyen la primera fuente, pese a que desconocieron  la verdad revelada; la segunda fuente son los Padres de la Iglesia, bajo el signo de la fe; la tercera fuente la constituyen los pensadores escolásticos. La filosofía no es repetición de las doctrinas del pasado sin influencia en la vida humana, por ello debe articularse a los temas de cada tiempo.

La revelación, se entiende, no es una comunicación de dogmas inmutables hechos por una sola vez y que deba conservarse, sino un suceso vivo, siempre renovado en cada creyente. En eso consiste la efusión del Espíritu Santo, que convierte a todos en hijos de Dios. La religión, por ello, une a los hombres a todos los hombres, moralizándolos. Es un proceso evolutivo en el cual ciertos hombres elegidos encuentran nuevos caminos de perfección: Confucio, Buda, Sócrates, los Profetas, Mahoma, Cristo, quien representa el momento culminante del ideal religioso. Pero, en la renovación Iglesia y dogmática son manifestaciones sociológicas, además de que la vida religiosa y la vida moral son hechos de donde se nutre la filosofía, y con ella otras ciencias como la psicología y aun la historia.

La neoescolástica: 1) toma posición respecto a las nuevas corrientes científicas y filosóficas, acepta elementos válidos. 2) profundiza temas clásicos (como el origen del poder político) 3) estudia los grandes problemas actuales (ciencia, sociología reforma social, etc.) con una concepción católica del mundo y de la vida. Aunque este proceso se da en todos los campos , aquí interesa el de la ética, apartado en el cual el neotomismo trabaja desde diferentes vertientes: filosofía del derecho, política, filosofía moral, ética cristiana, ética concreta, ética de los valores, derecho natural y derecho de gentes, el problema del mal, etc.

La tesis veintiuno es la referencia a la ética: “La voluntad sigue al entendimiento, no lo precede, y necesariamente apetece aquello que se le presenta como un bien que sacia totalmente el apetito; pero elige libremente entre varios bienes que se le proponen como apetecibles por un juicio variable. Por tanto la elección sigue al último juicio práctico; más depende de la voluntad el que dicho juicio sea último”.

Para el neotomismo Aristóteles es la inteligencia encarnada. Por su vida no menos  que por su filosofía, por su visión tan completa y armoniosa del hombre, así como su observancia tan fiel de la ley natural, Aristóteles es acreedor al hermoso dictado que le confirió la edad media al llamarle la voz de la naturaleza. Veinticuatro siglos de triunfo, Mil 500 años después de su muerte se le llamó “maestro de los que saben” y la Iglesia Católica, después que así lo hiciera Tomás de Aquino, quien articula su visión del mundo, su antropología y su misma dogmática, en consonancia con la filosofía aristotélica. Cuando León LIII, en la AeterniPatris, postula de nuevo a Santo Tomás como el Doctor Común de la Iglesia, refrenda por ello mismo, el aspecto filosófico, el pensamiento de Aristóteles. Por su parte Augusto Comte, quien construye una filosofía radicalmente antiteológica, invoca al “incomparable” Aristóteles, quien de esa forma se convierte en bandera común de contendientes, sin otro punto de contacto que el propio Aristóteles. En la Edad Media, con el mundo islámico, la unión de Oriente y Occidente, con Avicena y Averroes, lo mismo que con Tomás de Aquino, en el Renacimiento, la Ilustración, etc.

Aristóteles pervive porque su mensaje contiene elementos permanentes de verdad que son, por ello, alimento de todas las generaciones. Mientras más contenga de esos elementos más perdurable será, ahora bien, en Aristóteles hay mucho de esto, mucho más de lo que ha devenido caduco. Bergson ha dicho que los grandes sistemas filosóficos se articulan, todos, sin excepción, en torno a una o muy pocas intuiciones originales sobre el hombre o el universo, y que todo el resto es corteza dialéctica o floración argumentativa, que bien puede marchitarse o caducar, permaneciendo indemne la intuición nuclear.

Tomás de Aquino es, a su vez, el hombre apasionado por la verdad y por el bien. El tomismo se ha reducido en la mayoría de los casos a la repetición de libros de texto esquemáticos que presentan una doctrina descarnada. Al considerar  la verdad como un interés puramente científico, desinteresado de la existencia común del hombre. En tal caso se atiende solamente a la inteligencia, descarnada de la totalidad de la persona. Entonces el bien se deja como el objeto de la voluntad, que puede seguir caminos desconectados de la búsqueda de la verdad. El excesivo intelectualismo filosófico-teológico, en efecto, deja un tanto abandonada la vida real, en la que el hombre se mueve en su actividad moral. Ésta no es un producto solamente de los principios puros deducidos por estricta lógica, sino más bien de los principios  encarnados en los ideales, en fines inmediatos, en situaciones y circunstancias.

Tomás de Aquino encarna los principios; parte de los singulares (casos concretos, históricos, encarnados) para de ahí elevarse a los principios; es la verdad en cuanto bien. No hay abismo entre inteligencia y voluntad, entre la vida real y la teoría. Porque si bien distingue entre las dos facultades formalmente (la inteligencia es la facultad de conocer la verdad, y la voluntad la capacidad de tender al bien) sin embargo, en la unión de ambas pone la unidad de la existencia del espíritu y de su actividad. Y esas tres propiedades: verdad, unidad, bien, son las características trascendentales, sin las cuales no se puede dar ser alguno.

Sólo se da una persona  cuando de manera encarnada (situaciones y circunstancias por su ser en el mundo) se tiene la capacidad de buscar la verdad para tender al bien. La sabiduría no es, en Tomás de Aquino, sólo una búsqueda teórica de la verdad; sino el penetrar en la verdad parta entregarse libremente al bien. Toda sabiduría es práctica (que no pragmática) enseña: tiende a transformar la vida humana, encauzando la actividad del hombre, a partir de lo que es, como dependiente de Dios y encarnado en un cuerpo que lo hace presente en el mundo y lo convierte en parte del universo, tendiente al bien, que es su único fin. De hecho, todas las cosas están ordenadas al bien, sólo que de manera inconsciente.

Quien ama ha cumplido la ley, la ley del amor, esencia de la ley de Cristo, por eso Tomás de Aquino encuentra en la Moral del Evangelio la cumbre de la perfección humana. Cima elevadísima para el hombre, porque exige la entrega total de su ser al bien del otro. Y así sólo será capaz de comprender la moral tomista quien, como él, tenga un corazón inquieto en ir tras la verdad, y abierto sin egoísmos al amor.

Las cualidades del espíritu investigador de Tomás de Aquino encarnan sus ideales éticos: absoluta sinceridad, aceptación leal de la verdad, conocimiento de las fuentes, vastedad de sus conocimientos, y fidelidad a la marcan el camino hacia el amor. Sólo ama verdaderamente a Dios, quien ama a su hermano, Tomás de Aquino expresaba su amor por sus hermanos, con el alto valor que concedía  a la amistad –como Aristóteles-, en la entrega al magisterio y a la pluma, por lo que comunicaba a los demás el mayor bien que poseía: la verdad que él mismo, paso a paso, iba encontrando en la penosa búsqueda de su constante estudio como un servicio de obediencia, en su apasionada búsqueda de la verdad, para poder amar verdaderamente.

Así cada quien tiene su propia fisonomía, y también la tiene su espíritu; son los rasgos acentuados que distinguen una personalidad de otra, las características propias de la individualidad. Esto es especialmente importante en las tareas del servicio público, en las instituciones políticas. ¡Hasta siempre!