La Fuente Móvil

TROMPUDO Y PENDEJO

  • Por Editor R
TROMPUDO Y PENDEJO

Dicen que hay que ser marranos pero no trompudos y el Señor Magistrado Luis Villegas Montes resultó ser marrano, trompudo y además pendejo. Acostumbrado a mamar y dar de topes (y también que se los den, según le dicen a La Fuente) el jurisconsulto hocicón -virtud única que se le reconoce- anda danto tumbos por el Tribunal Superior de Justicia. Al fin y al cabo compadre de La Corraleja, con el mismo estilo y la misma personalidad, mitómano, megalómano, llorón y alcohólico -una sorprendente identidad de almas- no podía esperarse otra cosa de él. Marrano y trompudo porque en la misma Sala que le obsequió Duarte, sin merecimiento alguno, ignorante del Derecho Civil, litigante del Electoral, aunque ahora se dé golpes de pecho, tuvo a su esposa y a su amante. Pero en sus ratos libres, como luego se dice, Luisito le ponía a todo y nada más bástese recordar aquella ocasión que fue balconeado por la policía municipal, cuando era Diputado Federal, hasta las chanclas de borracho con otra persona en pleno romance, arriba de un carro, que por cierto algunos dicen que era una mujer y otros aseguran que se trataba de un hombre. Y pendejo porque, ademas de haber sido y trapeado por la Jueza Sabela Assiain, en aquel dramático episodio que le dio la vuelta al país, confiesa en su torpe artículo todo lo que se le acusa. Pero, hay que decirle, la miel no se hizo para el hocico del asno, y por eso será muy difícil, por no decir imposible, que el Señor Magistrado Villegas Montes llegue algún día a manejar recursos públicos como pudieran ser los del nuevo Organo de Administración del Poder Judicial del Estado. Por lo demás, de periodismo ni siquiera valdría la pena tocar el tema con el marrano, trompudo y pendejo, porque pues para empezar, confunde un editorial con una columna -géneros periodísticos muy alejados de su alcance- y eso le imposibilita completamente para entablar una conversación sobre la mejor profesión del mundo, como diría Gabriel Garcia Márquez, en donde pretende refugiarse en su calidad de político fracasado y magistrado ambicioso pero torpe para operar. Finalmente, se le podría pedir a Luisito Villegas aplicar la máxima De Santiago: “…todos deben ser rápidos para escuchar, pero lentos para hablar y lentos para la ira, porque la ira del hombre no produce la justicia De Dios”. Pero pedirle eso a este pobre pendejo no nos llevaría más que a la nada.