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Aparece Parga Palafox, el verdadero asesino...

Chihuahua (Parte 21. Por Héctor Arriaga).- Más allá de toda duda Ramón Parga Palafox, cuyo negro y triste historial ha quedado en los anales delictivos como uno de los sicarios...
  • Por José Oswaldo

Chihuahua (Parte 21. Por Héctor Arriaga).- Más allá de toda duda Ramón Parga Palafox, cuyo negro y triste historial ha quedado en los anales delictivos como uno de los sicarios más sanguinarios del Chihuahua de fines del siglo XX, fue junto con otros entre los que no estaba Sergio Arturo, el verdadero asesino de la familia del maíz; hoy, este delincuente conocido en el mundo del hampa como “El Parga” también está muerto, y su muerte es parte de la tragedia que envuelve todo el caso.

Dentro de un expediente cada vez más sucio y manipulado, ante el Juez el Ministerio Público no había logrado presentar pruebas lo suficientemente contundentes para condenar a Sergio Arturo Alba Rojo, por lo tanto resultaba indispensable añadir elementos y argumentos que hicieran al menos posible su participación en la muerte de cuatro personas.

Por ello en un verdadero acto de prestidigitación, con fecha 27 de septiembre de 1989 (año y cuatro meses después de los asesinatos) el Juez Segundo de lo Penal solicita mediante oficio No. 2452 dirigido al Juzgado Sexto Penal, remita copia certificada de “todas las diligencias de la causa penal 639/89 que se instruye en contra de Ramón Parga Palafox por el delito de asalto y otros. Lo anterior, en la causa penal que al rubro se indica instruida en contra de Sergio Arturo Alba Rojo”.

Y aquí cabe una pregunta, ¿por qué, si según el propio testimonio presentado por el Ministerio Público como confesión de Sergio Arturo éste reconocía haber ultimado él solo a los cuatro miembros de la familia del maíz, y su confesión era la espina dorsal del caso creado en su contra, se admitía una confesión de otro como prueba adherente y por tanto, se les adjudicaba el crimen a ambos? 

En un proceso judicial limpio hubiera sido evidente que uno de los dos, ya sea Sergio o El Parga, estaba mintiendo, pero eso tampoco fue considerado por la autoridad que, ciega, morbosa y tenazmente, estaba empeñada en que el múltiple asesinato fuera aclarado y no quedara impune sin importar si alguno de los acusados y posteriormente condenados, era inocente.

La coyuntura utilizada por el Juez Segundo para ligar los casos, siempre a instancias del Ministerio Público, era que sorpresivamente al ser sometido a un procedimiento judicial alterno por diversos y muy graves delitos, “El Parga” había confesado haber tomado parte en el asesinato de la familia Soto Fierro.

Tal “confesión”, a todas luces amañada, fue enviada al Juez Segundo y en ella, “El Parga” expone sin pudor y remordimientos toda una serie de delitos sumamente graves, incluyendo homicidios, cometidos en el lapso de tiempo en que anduvo libre.

La declaración de El Parga fue amplia y detallada, citando fechas, lugares y circunstancias que le daban credibilidad. Consta de más de 26 fojas tamaño oficio y en ella reconoce la autoría de robos, asaltos a mano armada, uso de drogas, asesinatos a sangre fría, vicio y corrupción.

“El parga” hace la relatoría de múltiples delitos, y deja prácticamente para el final su participación en la muerte del maíz y su familia, la cual se trascribe integra a continuación:

“Asimismo manifiesta el declarante que en el mes de junio del año 1988 dice el emitente se encontraba en esta ciudad de Chihuahua y dice que era por los primeros días de dicho mes y que además dice que ese día andaba en compañía de nombres Mario el chino de Ciudad Juárez y de Arturo Alba Rojo. Y que dice que ese día (no precisa cual) se la pasaron loqueándola y que tomaban cerveza y fumaban mariguana”.

“Dice que ya como a las 12 de la noche se dirigieron con rumbo a la colonia Fidel Velázquez (sic) por el arroyo a la casa del Maicito que esto fue con el fin de comprarle mariguana y pastillas por lo que dice el de la voz que éste se dedicaba a esto y que cuando llegaron a la casa que es una casa de adobo (sic) de dos cuartos y uno a medio construir por lo que dice que cuando llegaron ahí se encontraban el maicito, Leticia esposa del maicito, su hijo Guadalupe Soto Fierro y la hija Guadalupe (no era el nombre de la joven asesinada) Soto Fierro”.

“Dice el emitente que él le compró diez pastillas pasidrín y que los otros dos hicieron lo mismo, y que dice que se quedó ahí un rato platicando con el maicito y con la Leticia que también estaba intoxicándose con pastillas y con mota, manifiesta el declarante que iba armado con una pistola calibre 22 y que Sergio Arturo traía una del mismo calibre y que pasadas las dos horas surgió una discusión entre el hijo del maicito y Sergio Arturo, que esto fue por las pastillas tóxicas ya que éste quería que le dieran pastillas y que también decía que Sergio Arturo le dijo que no y que además su papá le debía dinero y no se lo quería pagar”.

“Por lo que dijo el declarante que se hizo la bronca y que el maicito y la esposa apoyaban al hijo y al último ya querían golpear a Sergio Arturo, por lo que ya Leticia traía unas tijeras en las manos y quería picar a Sergio sacando éste la pistola y disparando en contra de Leticia por lo que dice el de la voz que él también sacó su pistola y disparó en contra del maicito y no sabiendo cuantos tiros le pegó”.

Y lo más importante: “que dice el de la voz que vio muy bien cuando Sergio Arturo también disparó en contra del hijo del maicito y la hija de este que esto sucedió casi adentro de la casa que incluso la niña se quedó en la cama y que manifiesta el declarante que de ahí salieron huyendo con rumbo a la colonia Panamericana”.

El Ministerio Público, a base de mentiras, había establecido su caso.

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